lunes, 29 de diciembre de 2008

Los zuecos de San Nicolas


Ya llevamos casi un mes sin salir de casa. El frío, la nieve y el hielo se han instalado en la comarca y madre nos nos deja salir. Han abierto la puerta del establo para que el calor de los animales caldee la casa y los niños dormimos en el suelo, junto a la estufa. Hace tanto frío que las gallinas no pueden poner huevos, no tienen fuerza para formar una cáscara lo bastante dura.

Al menos las última semanas hemos estado ocupados, ayudando a madre y a la abuela a preparar los dulces de Navidad. El primero es el Manala, que significa "pequeño hombre", un bollo con forma de hombrecito que recuerda la leyenda de San Nicolás, que salvó a los tres niños del malvado carnicero. San Nicolás, patrón de los niños, nos trae regalos cada seis de diciembre. Este año me ha traído los mismos zuecos de madera de siempre, cada año un poco más grandes que el anterior. Ese día comienza el Adviento, y los niños vamos marcando cada jornada en el calendario, mientras esperamos ansiosos la llegada de la Navidad.

Madre ha cortado una rama de abeto y le ha colgado manzanas. La abuela no aprueba este adorno pagano, que madre ha copiado de casa de los Blum, los dueños de estas tierras. Los Blum viven en una gran mansión de dos pisos, con el establo separado de la casa, y tienen un coche de caballos. Dicen que el padre Stein quedó horrorizado cuando vió el abeto decorado con manzanas, encarnación del pecado original, por lo que la Señora Blum decidió combinar las manzanas con hostias sin consagrar, para que el mal se viese compensado por el cuerpo de nuestro Señor.

Hoy es Nochebuena y saldremos al fin de casa para acudir a la Iglesia. Después iremos a casa de los Blum, que reciben a los habitantes de la aldea para ofrecer pan de especias y vino caliente como gesto de generosidad hacia sus jornaleros. Los niños llegamos muertos de hambre porque no podemos comer nada hasta después de la misa de gallo. Padre me mira y siento que descubre en mis ojos que he comido pasta de frutas a escondidas antes de acudir a misa con mis nuevos zuecos. Pero no dice nada, porque él sabe que yo sé que ha estado bebiendo vino caliente durante la tarde; lo noto por el fuerte olor a canela que desprende su aliento. Padre y yo mantenemos una fluida comunicación no verbal que está siempre abierta por encima de las conversaciones de los demás.

Cuando volvemos a casa podemos al fin tomar la sopa caliente, queso y pan con miel, la cena de todas las Nochebuenas. Los mayores cantan animados por el vino y los niños bailamos para ahuyentar al frío y la oscuridad del invierno. Dice mi amigo Peter que su abuelo le contó que existe un país donde no nieva en invierno y donde no existen los zuecos de madera. Dice que los niños pueden dormir todo el año en el pajar y que no necesitan calentar el vino ni quedarse en casa durante semanas. Me pregunto si yo podré algun día viajar a ese lugar donde todo es cálido y luminoso. Y si San Nicolás sabrá encontrarme allá donde esté y qué tipo de zuecos me regalará.


lunes, 1 de diciembre de 2008

Amanece


El avión está retrasado. No, no es posible, hoy es viernes, por favor...
El vuelo ha sido cancelado. No te creo, júrame que no es verdad.
Dormiremos en un hotel en Basilea, mañana a las 5 de la mañana volvemos al aeropuerto.
Mal rayo parta a las low cost.
No quiero mirar por la ventanilla. Es sábado y estoy viajando. Estoy volando en vez de mirando por la ventana el otoño del monte con un café entre las manos.
No quiero mirar y de pronto lo veo. Veo amanecer en los Alpes. Veo la nieve de las cumbres que empiezan a brillar con el primer rayo del sol.
Está bien, lo admito: casi ha merecido a pena. Soy una privilegiada porque he visto ese increíble amanecer. ¿Por qué no consigo que el mal humor me dure algo más?

martes, 28 de octubre de 2008

Sólo recuerdo la emoción de las cosas


Conducía por dentro de ese bosque desconocido cuando ya estaba a punto de anochecer. Las hojas de los árboles caían sobre el cristal del coche como si fueran lluvia. Sobrecogen Los Vosgos durante el otoño. Hayas, robles, arces y abetos se confunden en una majestuosa explosión de color. Uno de esos inmensos abetos será elegido para adornar la plaza de la catedral de Estrasburgo durante el Christkindelsmärik, el mercadillo navideño que se celebra desde 1570.

Mi amiga Navu me guió cuando ya era noche cerrada hasta un hotel oculto en el paisaje, biológico en toda su extensión. La piscina de agua caliente salía al exterior fundiéndose en ese paraje de ensueño. Estuve allí por trabajo, pero eso no importa. Como escribió Machado, "sólo recuerdo la emoción de las cosas".


martes, 30 de septiembre de 2008

Los lobos de Italia


Rodeamos Clermont-Ferrand y JP me enseñó el monte bajo el cual Vercingetorix se rindió a César en el año 53 a.c. El galo se presentó ante César con sus mejores galas, se quitó la armadura, depositó las armas en el suelo, y postrándose dijo “ Habe”, “fortem virum, vir fortissime, vicisti ”. “Aquí estoy, un hombre fuerte, derrotado por uno aún más fuerte.” Yo no pude evitar recordar "Asterix, el Galo", donde Vercingetorix le arrojaba su armadura a César a los pies.
Avanzamos por la autopista hacia el norte, acercándonos al Massif Central y entrando en la región de Auvergne. En esa zona, cada cierto tiempo, se encuentran restos de lobos atropellados o abatidos por los ganaderos. Los análisis genéticos confirman que estos lobos provienen de los Alpes y más allá, de Italia. ¿Cómo puede el lobo recorrer miles de kilómetros, cruzar carreteras y barreras humanas y sobrevivir? ¿Acaso también ellos son viajeros (in)voluntarios?

martes, 2 de septiembre de 2008

Aix-le-Bains


El plan era simple: comer algo nada más aterrizar en Lyon, ya cerca de casa del cliente. Tras unos pocos kilómetros de ruta me topé sin anestesia con el maravilloso lago de Aix-le-Bains. Comimos un bocadillo en una terraza al borde del agua, vestidos de traje mientras a nuestro alrededor la gente tomaba el sol en bañador. La impresionante vista del lago con los Alpes al fondo, aún nevados pese a estar en julio, me abstrajo completamente. Respiraba un aire fresco y limpio y sólo oía el sonido de los mástiles del muelle mezclados con el graznido de las aves. Qué delicia... Romper ese encanto para volver a conectar con el trabajo fué una sutil forma de tortura. Qué bonito es Francia

martes, 1 de julio de 2008

Mientras tú duermes



Te están contado un cuento mientras yo espero sentada en mi asiento a que el avión despegue. Ya estás dormida cuando el piloto va radiando los goles de España durante el vuelo. Mientras tú duermes el taxista que me lleva al hotel está pletórico y Madrid se llena de conductores eufóricos porque hemos pasado a la final. Duermo deprisa para coger el primer tren de la mañana, salto al andén y un nuevo taxi me acerca hasta casa donde estás empezando a desperezarte.
He volado hasta aquí mientras tu dormías para darte el primer beso de la mañana, cariño mío.

domingo, 18 de mayo de 2008

Grecia fast trip

Tengo a dos súper-locas enfrente haciéndose fotos antes de embarcar. Los dos llevan el pelo largo recogido por detrás.

El segurata del control de equipajes me pregunta -como tantas otras veces- "Italian?" Y yo respondo "No, Spanish", y me contesta "ala Madrid".

Las azafatas de Olimpic Airways son contrastadamente las más ineptas y antipáticas que he conocido. Y van fatal arregladas.

No tengo hotel reservado en Ginebra, llego con Iberia, tendré que ir con tiempo para llegar hasta la T4S, llegaré a Atenas a media tarde, tal vez tenga tiempo de ver el Partenón, gracias Dios que han puesto el AVE a las 22:30, así podré dormir en casa, tengo que asegurarme de que hay Europcar en Turín, tendré que revisar la ruta hasta Alba, no sé si se han mandado todas las muestras a Grinzane, preguntaré si han reservado mesa para la visita del lunes, el nuevo vuelo a Bruselas es cómodo pero el horario es malo, mejor ir a Estrasburgo con Easyjet hasta Basilea, han abierto vuelo desde Madrid a Clermont Ferrand, eso me puede venir bien si voy hacia el este, qué gozada ir en avión hasta Alicante, nos evitamos cuatro horas de coche, definitivamente me compro un navegador, mejor coger tren y metro para ir desde a Atocha a Barajas, cómo se pasan con el precio de los taxis, han mejorado el hotel del aeropuerto en Barcelona, me han dado la tarjeta de la cadena, una más, no recuerdo si es Best Western of Novotel o NH o Ibis o Mercure o....

miércoles, 27 de febrero de 2008

Hay días tristes de nubes grises,

días atormentados de rayos y truenos,

días asustados de fuertes aguaceros.

Hay días agobiantes de niebla espesa,

días inacabables de cielo blanco e insípido.

Pero si subes un poco más alto,

si sobrepasas las nubes,

compruebas que siempre,

allá arriba,

brilla el sol con una fuerza imperturbable.

lunes, 28 de enero de 2008

Ouzo de Lesbos


Hacía calor en Tesalónica aunque estábamos a principios marzo. Kostas se empeñó en que tomáramos un giros en una terraza frente al mar antes de acompañarme al aeropuerto. Comí todo lo que pude -aunque no es mi comida favorita-, pero aún así el plato seguía tan lleno como al principio. Kostas me miró con un deje de desaprobación pero no dijo nada y emprendimos ruta hacia el aeropuerto. Antes de despedirnos me regaló una botella de vino griego, detalle que aprecié sinceramente porque no conozco los vinos de esa tierra y porque, todos lo saben, me encanta el vino. Sólo los griegos y los marroquíes tienen este tipo de detalles cuando los visitas. ¡Viva la hospitalidad mediterránea! En ese momento lamenté no haberme reventado comiendo giros para hacerle más aprecio.


Al llegar a Atenas encontré una ciudad tan caótica como siempre pero con la complejidad añadida de las obras pre-olímpicas. No se podía creer que fuera a darles tiempo a terminar antes del verano. Dimitris, siempre afable y atento, conducía por la ciudad como un loco, tocando el claxon e imprecando a todo el mundo. Los tres días en Atenas pasaron deprisa y, de nuevo en el aeropuerto, Dimitris me regaló otra botella de vino. Le agradecí mucho el obsequio, pero cometí el error de decirle que Kostas había tenido la misma idea. Su expresión cambió y quiso saber, ligeramente molesto, qué vino me había dado su compañero del norte del país. Al responderle noté que estaba calculando mentalmente cuál de los dos había escogido el mejor. Entonces volvió a su coche y me dio una botella del mejor Ouzo de la isla de Lesbos. De esta manera, su obsequio era aún mayor. ¡Dichosa envidia mediterránea!