miércoles, 3 de octubre de 2007

Reivindicando el azúcar


El chófer conducía como un loco por la estatal 57SB de Illinois. La temperatura exterior era de varios grados bajo cero y la calefacción mantenía el interior del coche a unos 30 grados. Yo llevaba ya dos horas y media oyendo a Frank parlotear sin parar en su meteórico inglés. La cabeza me iba a estallar después de más de doce horas de viaje.
Paramos (¡al fin!) en una zona de descanso llena de máquinas de refrescos. Necesitaba fervientemente agua y azúcar para que mi cerebro recuperase su tono vital. La cantidad y variedad de bebidas era infinita pero, para mi sorpresa, todos los refrescos eran light. Ni un miligramo de azúcar, ingrediente erróneamente demonizado por los gurús de la dieta y periodistas mal informados. Escogí un refresco de color rosa que no me gustó, no me refrescó y me dejó un artificial sabor dulzón en la boca durante el resto del viaje.
Llegué a nuestro destino agotada y muerta de sueño. Me acosté soñando con una larga noche de descanso... algo que no ocurrió.

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